Oxfordianos Programa 3 (2021) - Transcripción completa
Hundido hasta el fondo de la más honda desesperanza, irreversible,
Inmóvil aguardo el golpe de la vergüenza y la infamia.
Mi vida, después de larga espera, mora en la guarida de repugnantes formas,
Mi muerte retrasada para alejar de la vida el daño de días desafortunados.
Mi espíritu, mi corazón, mi ingenio y mi fuerza se ahogan en profunda desazón;
La única pérdida de mi buen nombre es de estos dolores la causa.
Y ya que mi mente, mi ingenio, mi cabeza, mi voz y mi lengua son débiles
Para pronunciar, conmover, planear, concebir, proferir, declarar y hablar
Tales punzantes lamentos que como respuesta podría, o debería, aventurar a mi angustioso caso,
Por ayuda debo implorar, e implorar haré, con lágrimas en mi rostro
De todo lo que pueda en el cielo o en el infierno, en la tierra o en el aire encontrar
Para llorar conmigo esta mi pérdida, que de estos dolores es la causa.
Ayuda dioses, santos, espíritus y potencias que habitáis en el cielo,
Ayuda vos que habréis de aullar, como acostumbráis, sabuesos del infierno,
Ayuda hombres, bestias, pájaros y gusanos que en la tierra os arrastráis,
Ayuda peces, ayuda aves y rebaños y pasturas sobre el suelo salado como el mar,
Ayudadme a repetir aquello que en el aire viaja, a con estridentes voces resonar,
A llorar esta pérdida de mi buen nombre, que es de estos dolores la causa.
Edward de Vere, 17º conde de Oxford, muy probablemente a la edad de 13 años.
Sean todos bienvenidos y bienvenidas a este nuevo episodio del podcast Oxfordianos.
En esta ocasión, el tan esperado programa 3, nos dedicaremos a analizar la vida del conde de Oxford; a hacer una síntesis de quién fue Edward de Vere, ya que en los primeros dos programas nos enfocamos, más que nada, en establecer la duda sobre la autoría oficial de Shakespeare. En este programa, comenzaremos a conocer al conde propiamente tal: Edward de Vere.
Pero antes quisiera comentarles algo sobre la música introductoria, porque es pertinente hablar de ella.
La maravillosa música que escuchan de fondo al comienzo de este podcast pertenece al compositor inglés de la época isabelina William Byrd, quien fue, justamente, un protegido del conde de Oxford. No fue casualidad que escogiera la música de Byrd para iniciar este programa: por un lado, porque la pieza es O Magnum Mysterium, y por otro, porque Byrd, al ser protegido de Edward de Vere, es también parte de este misterio, de esta maraña de intrigas e incógnitas históricas que envuelven la figura del conde de Oxford.
Quería comenzar este programa con un poema desgarrador y juvenil del conde de Oxford; un poema que está bien documentado, que fue publicado con su nombre y que nos permite establecer un punto fundamental: el conde de Oxford fue un prodigio de la poesía, un niño prodigio como Mozart lo fue en la música. Desde muy temprana edad comenzó sus aventuras poéticas bajo la tutela de grandes maestros, como veremos hoy.
Sobre todo, quise mostrar este poema juvenil y desgarrado porque está en el corazón de la intriga que rodea la pregunta de por qué las obras de Shakespeare llevan el nombre de William Shakespeare y no el de Edward de Vere. Hay un misterio asociado a esto que, hasta hoy, no comprendemos del todo. Es un misterio que se sigue investigando, pero que tiene que ver, justamente, con lo que expresa el poema: la pérdida de su nombre.
¿Por qué su nombre fue mancillado? ¿Por qué debió renunciar a la autoría de sus obras? Al parecer, no fue algo completamente voluntario, sino que, por alguna razón, se vio obligado a no firmar sus obras con su propio nombre.
Y en ese gran misterio nos adentraremos hoy: O Magnum Mysterium.
Además, quiero despejar desde ya un argumento que suelen presentar los stratfordianos respecto a este poema. Ellos afirman que es un poema demasiado malo como para haber sido escrito por Shakespeare. Aunque se estima que Oxford lo escribió a los 13 años —y, como veremos más adelante, hay buenas razones para pensar eso—, dicen que es imposible que de Vere sea Shakespeare porque Shakespeare no habría escrito un poema tan pobre en su juventud.
Sobre esto hay mucho que decir. Sin duda, el poema no tiene la calidad literaria de los sonetos —obras maduras, obras maestras—, pero no es en ningún sentido un poema "malo". Es un bello poema juvenil, que anticipa con imágenes muy precisas muchos de los textos posteriores de Shakespeare.
Por lo tanto, no es válido argumentar que, porque el poema no tiene el nivel del Shakespeare maduro, siendo obra de un niño de 13 años, eso pruebe que de Vere no es Shakespeare.
De hecho, para ilustrar esto, usaré un ejemplo de la poesía hispanoamericana: si yo les leo este poema —que es breve y leeré completo—, probablemente nadie podría imaginar quién es su autor si no lo conocen de antemano:
Es de noche: medito triste y solo
a la luz de una vela titilante
y pienso en la alegría y en el dolo,
en la vejez cansada
y en juventud gallarda y arrogante.
Pienso en el mar, quizás porque en mi oído
siento el tropel bravío de las olas:
estoy muy lejos de ese mar temido
del pescador que lucha por su vida
y de su madre que lo espera sola.
No sólo pienso en eso, pienso en todo:
en el pequeño insecto que camina
en la charca de lodo
y en el arroyo que serpenteando
deja correr sus aguas cristalinas…
Cuando la noche llega y es oscura
como boca de lobo, yo me pierdo
en reflexiones llenas de amargura
y ensombrezco mi mente
en la infinita edad de los recuerdos.
Se concluye la vela: sus fulgores
semejan los espasmos de agonía
de un moribundo. Pálidos colores
el nuevo día anuncian y con ellos
terminan mis aladas utopías.
Este poema es un poema de un adolescente, al igual que el de De Vere que acabamos de leer —y que nuevamente los invito a leer en inglés original—. Pese a que mi traducción lo empobrece, aún así, en el texto original se deja ver un genio incipiente.
Este poema que les acabo de leer es bueno; tal vez podríamos decir "regular", pero también presagia algo. Si me lo leyera un adulto, diría: bueno, es un poeta menor. Pero, en este caso, se trata de un poema de juventud de Pablo Neruda.
Si ustedes no lo hubieran leído antes y si yo no les dijera que es de Neruda, difícilmente podrían adivinarlo solo con escucharlo: no es un poema acabado; es un poema bastante simple. Sin embargo, si sabemos que es de Neruda y lo estudiamos un poco, percibimos ese talento incipiente de un joven —de un niño— que está escribiendo sus primeras poesías.
Si lo ponemos en contexto, como obra de un niño de 13, 14 o 15 años, es un muy buen poema para alguien de esa edad. Pero si lo leo fuera de contexto y digo que esto es obra de un gran poeta universal, también podría esgrimirse el mismo argumento que presentan los stratfordianos.
Podría decirse: no, ese poema es imposible que lo haya escrito Pablo Neruda, porque después escribió El canto general, por ejemplo, y este poema es tan "malo" que no puede ser suyo.
Pero sabemos que fue escrito por Neruda. De hecho, fue escrito por Neftalí Reyes —o Ricardo Reyes—, su verdadero nombre. He ahí otro punto: los escritores usan seudónimos. Y eso es algo que parece que los stratfordianos olvidan.
Pero ¿cuál es el punto esencial de mi argumento? Un poema de juventud es un poema de juventud: es una obra en formación, que da cuenta de un artista que está formándose. Las obras tempranas de Mozart, aunque nos parecen increíbles para un niño de 4, 5 u 8 años, en sí mismas son obras menores, de aprendizaje. No son Don Giovanni, no son los últimos conciertos para piano ni sus últimas sinfonías; no son las obras maestras de Mozart, sino piezas en las que el artista mide su fuerza y prueba sus primeras armas.
Por lo tanto, todos los poemas de juventud de Edward de Vere debemos tomarlos, desde el punto de vista oxfordiano, como poemas de juventud de Shakespeare. Y, en ese sentido, como ya revisamos en programas anteriores, no tenemos registro histórico de obras juveniles de William Shakespeare. Shakespeare aparece, súbitamente, como un genio completamente formado. Pero si consideramos los poemas de Edward de Vere como las obras juveniles de Shakespeare, todo cobra sentido.
Esa es la razón por la que quise compartir este primer poema, y compartiré otros más a lo largo de este programa y de los próximos episodios. Me parece muy importante dar a conocer la poesía de De Vere y su vínculo con la obra atribuida a Shakespeare.
Pero ahora vamos a la esencia del programa de hoy: la vida, la biografía —resumida, por supuesto— de Edward de Vere, con las fuentes que ya mencioné: la Shakespeare Oxford Fellowship y la De Vere Society.
También recomiendo encarecidamente la lectura de dos libros: The Mysterious William Shakespeare, de Charlton Ogburn, y Shakespeare by Another Name —o Shakespeare con otro nombre—, de Mark Anderson, un excelente libro biográfico sobre Edward de Vere.
Y ahora sí, pasemos al tema que nos convoca y conozcamos la tan esperada historia de Edward de Vere, el decimoséptimo conde de Oxford.
En la época en que Isabel Tudor se convirtió en reina de Inglaterra, en 1558, el condado de Oxford era el linaje noble más antiguo e ilustre del país.
Su ancestro directo, Aubrey de Vere, había poseído tierras bajo el reinado de Eduardo el Confesor, y luego se emparentó por matrimonio con el linaje de Guillermo el Conquistador.
La nueva reina nombró a John de Vere, el decimosexto conde de Oxford, como Lord Great Chamberlain —camarero mayor o camarlengo—, un cargo que los condes de Oxford ostentaban desde hacía siglos.
El único hijo varón del conde, Edward de Vere, nació el 12 de abril de 1550 en el castillo de Hedingham, el asentamiento ancestral de la familia Oxford, en el corazón de Essex.
Su hermana Mary nacería cuatro años después.
Su madre, Marjorie, era hermana de Arthur Golding, un erudito y traductor muy cercano a la familia De Vere.
A los seis años, Edward fue enviado a la casa cercana de Sir Thomas Smith, académico y escritor, quien sería su tutor durante los siguientes años.
En noviembre de 1558, Edward fue matriculado en el St. John’s College de Cambridge.
Cabe señalar que ese fue el mismo colegio al que asistió John Dee.
A partir de al menos 1556, el padre de Edward, el decimosexto conde de Oxford, patrocinó su propia compañía de teatro, que hacía giras por la región y también realizaba presentaciones para la familia y sus invitados en el castillo de Heddingham, incluyendo una función para la reina Isabel cuando realizó una visita personal en 1561.
En agosto de 1562, John de Vere, el decimosexto conde, murió repentinamente, y Edward, de apenas 12 años, se convirtió en el decimoséptimo conde de Oxford.
Su madre se volvió a casar prontamente y, al parecer, se desentendió de la vida del niño.
Su hermana Mary fue a vivir al hogar de su padrastro, y los hermanos no se reunirían durante mucho tiempo.
Es interesante mencionar que, años más tarde, la hermana de Oxford lo acusaría de ser hijo ilegítimo, un dato que resulta relevante en relación con la teoría del Príncipe Tudor, que analizaremos en detalle en el futuro. Esta teoría sostiene que la reina Isabel I habría sido madre no solo de un hijo, sino de varios.
En ese sentido, hay mucho por decir… pero continuemos.
De acuerdo con la ley de la época, todos los nobles menores de 21 años se convertían en pupilos de la corona, y su crianza y educación pasaban a ser responsabilidad de la Royal Court of Wards, la Corte Real de Pupilos.
Edward debió entonces ingresar a la casa londinense de William Cecil, Lord Burghley, maestro de la Corte de Pupilos, un hombre cuya influencia y autoridad como custodio, mentor, fideicomisario, financiero, suegro y crítico riguroso ensombreció su vida durante las siguientes cuatro décadas.
Desde sus años más tempranos, De Vere exhibió las cualidades de un prodigio. Su primer tutor fue Sir Thomas Smith, uno de los estudiosos más respetados de Inglaterra en griego y leyes, y antiguo profesor en Cambridge de Sir William Cecil.
Smith era un académico con intereses muy variados, lo que se refleja en su biblioteca de más de 400 volúmenes, algunos de los cuales todavía se conservan en Cambridge.
En 1563, con apenas 13 años —y cinco años después de haber ingresado a la universidad—, su siguiente tutor sería el anticuario Lawrence Nowell, quien declaró: “Mi trabajo para el conde de Oxford no será requerido por mucho más tiempo”, lo que habla de la precocidad de Edward.
Recibió un grado académico en Cambridge en 1564, a los 14 años, y un Master of Arts en Oxford en 1566, con solo 16 años.
Como pupilo real, el joven De Vere entró en la vida y actividades de la corte y, con el tiempo —según se dice, gracias a su buena apariencia, su habilidad para la danza y la música y sus gracias cortesanas—, se convirtió en uno de los favoritos de la reina Isabel.
En esta época comenzó también su costumbre de toda la vida de patrocinar obras literarias. Durante las siguientes cuatro décadas, más de treinta volúmenes de poesía y prosa, tanto originales como traducidos, le fueron dedicados, algunos de los cuales incluían ensayos introductorios y poemas escritos por él mismo.
En 1567, De Vere fue admitido en Gray’s Inn, una de las cuatro Inns of Court, las escuelas de leyes isabelinas.
Es decir, la muerte de su padre, John de Vere, decimosexto conde de Oxford, fue un hecho que marcó profundamente su vida a los 12 años.
Quedó huérfano de padre, perdió sus tierras, perdió —entre comillas— su título: lo conservó nominalmente, pero en la práctica lo perdió, ya que pasó a ser pupilo de la reina y toda su herencia y hacienda quedaron bajo la autoridad de la corona.
Veremos cómo este hecho impactó su vida: De Vere nunca superó esa orfandad temprana, y esto se reflejará especialmente en Hamlet.
Es pertinente recordar también que en 1567, con 17 años, De Vere fue admitido en Gray’s Inn.
Por lo tanto, recibió formación en leyes, como correspondía a todo conde, quien debía también ejercer como juez y administrar justicia.
Era un hombre versado en leyes, y este será un dato muy relevante más adelante, cuando analicemos los aspectos legales presentes en la obra de Shakespeare.
Shakespeare es un autor con un profundo conocimiento del derecho y del funcionamiento de las cortes, y por ello —no es casualidad— hay tantos abogados oxfordianos: los abogados reconocen rápidamente cuándo un texto tiene un pensamiento legal bien fundamentado y cuándo no.
Así vemos que Oxford no solo era un prodigio literario y un joven muy instruido, sino que también fue educado en el lenguaje jurídico y en la vida de las cortes.
En la primavera de 1570, con 20 años, De Vere sirvió en la campaña militar de la reina en Escocia, bajo el mando del conde de Essex.
Cuando alcanzó la mayoría de edad, en 1571, tomó posesión de su escaño en la House of Lords, la Cámara de los Lores, y fue comprometido en matrimonio con Anne Cecil, la hija de 15 años de Lord Burghley.
A comienzos de los años 1570, varios poemas de Oxford fueron publicados, especialmente en la antología A Paradise of Dainty Devices (1567).
En las dos décadas siguientes, cerca de una veintena de poemas atribuidos a él aparecieron impresos.
Otra docena ha sido encontrada en manuscritos, que era la forma más habitual de circulación de la poesía en aquellos tiempos: la poesía no solía circular en libros impresos, sino que se copiaba a mano y se pasaba entre lectores.
Cerca de la mitad de esos poemas no llevaban su nombre, es decir, publicaba de forma anónima.
De Vere también ganó reputación como jinete y por su destreza en las justas. Este detalle es muy importante: compitió y ganó tres de los torneos de la reina Isabel en las décadas de 1570 y 1580.
Esto será especialmente relevante cuando analicemos más adelante por qué De Vere habría escogido el seudónimo William Shakespeare.
Una influencia clave en sus estudios tempranos fue la de su tío materno, Arthur Golding, oficial en la Corte de Pupilos bajo Cecil, y responsable de la traducción de las Metamorfosis de Ovidio al inglés, publicada en 1567.
Este libro es ampliamente reconocido como una obra fundamental para el idioma inglés y como una de las grandes influencias sobre Shakespeare.
La traducción de Ovidio realizada por Golding se considera, de hecho, una de las mejores traducciones poéticas de la historia del idioma inglés.
Y es curioso que ese libro tan influyente fuera escrito por el tío de Edward de Vere, además precisamente en la época en que De Vere vivía en su casa.
Vaya, vaya… qué interesante.
Muchos postulan que incluso De Vere pudo haber tenido participación en la traducción de ese libro, Las Metamorfosis de Ovidio, lo que explicaría su genialidad, porque las otras obras conocidas de Arthur Golding no exhiben el mismo nivel de brillantez que esa traducción.
Por eso, algunos oxfordianos han llegado a especular que podría haber sido De Vere quien estuvo, al menos en parte, detrás de la versión publicada.
A principios de 1574, De Vere zarpó en un extenso tour europeo que lo llevó a Francia, Alemania e Italia, incluyendo Sicilia y, posiblemente, Grecia.
Durante ese viaje de 15 meses visitó París, Roussillon, Estrasburgo, Lyon, Padua, Venecia, Génova, Verona, Florencia, Siena, Roma y Palermo.
No hay que olvidar que 14 de las obras de Shakespeare están ambientadas en Italia y muestran un conocimiento detallado del país, más allá de lo que podría haberse aprendido en libros.
Y sabemos —porque incluso los historiadores oficiales lo reconocen— que el hombre de Stratford nunca salió de Inglaterra.
Ellos presumen que sus descripciones italianas fueron simplemente producto de la imaginación.
Pero, bueno, sobre el absurdo de esa afirmación ya hemos hablado en episodios anteriores… así que continuemos.
Mientras estaba en Italia, De Vere recibió la noticia de que su esposa había dado a luz a una hija, quien sería bautizada como Elizabeth.
En su viaje de regreso, su barco fue atacado en el Canal de la Mancha y él fue capturado por piratas holandeses, pero luego liberado sin daño.
Este hecho se verá reflejado más adelante en Hamlet, donde el protagonista también es capturado por piratas y abandonado en la costa.
En el caso de De Vere, cuando los piratas se dieron cuenta de que era un noble, comprendieron que matar a alguien así podía traerles graves problemas, por lo que simplemente lo dejaron en la costa.
Mientras tanto, en Inglaterra, De Vere fue satirizado por Gabriel Harvey como un poeta afectado e "italianado".
Es decir, De Vere era conocido como alguien que amaba la cultura italiana y además como poeta: eso es indiscutible.
Basado en información que le llegó mientras estaba de viaje, De Vere se convenció de que la niña Elizabeth no era su hija biológica.
Se negó a volver a la casa de Anne y permaneció distanciado de ella y de su familia durante más de cinco años.
Este es un hecho capital.
El retrato más conocido de Edward de Vere —ese que probablemente estén viendo ahora— fue pintado cuando tenía, al parecer, entre 24 y 28 años.
Ese retrato fue mandado a pintar supuestamente como regalo de su esposa cuando ella se enteró de que estaba embarazada.
Es una de las pocas imágenes que se conservan de él.
Toda esta historia es muy interesante porque hay estudios que vinculan el hecho de que De Vere acusara de adulterio a Anne y rechazara a su hija con la escritura del poema La violación de Lucrecia.
Hay razones históricas para pensar que Anne Cecil fue violada en algún momento y que esa hija, que De Vere inicialmente no reconoció pero que más tarde sí aceptó como suya, podría haber sido fruto de esa violación.
Y esa sería, precisamente, la razón de ser del poema La violación de Lucrecia atribuido a Shakespeare.
Es un tema fascinante, digno de un programa completo en el futuro, pero no podía dejar de mencionarlo en este primer esbozo biográfico.
Durante su vida, De Vere mantuvo amistad con muchos hombres de letras y en varias oportunidades contrató a escritores como Thomas Churchyard, John Lyly y Anthony Munday.
Lyly, autor de dos de las primeras novelas en prosa en inglés —Euphues, The Anatomy of Wit y Euphues and His England— dedicó la segunda de ellas a De Vere, y además fue su secretario personal.
De Vere también patrocinó compañías teatrales, tanto de adultos como de niños, empleando a Lyly como director, y a principios de la década de 1580 arrendó el teatro de Blackfriars.
Es particularmente revelador —y digno de citar aquí— un fragmento del poema que Oxford escribió como prólogo a la traducción de Cardanus’ Comforte en 1573.
El Conde de Oxford al lector:
"Así que aquel que se toma el trabajo de escribir el libro,
no cosecha los frutos de la buena musa dorada,
sino que ganan aquellos que la obra contemplan,
y por la amargura el dulce, con astucia, han escogido.
Porque aquel que sacude el arbusto no captura las aves,
sino aquel que espera quieto y con las redes bien tensas."
The Earle of Oxenforde to the Reader:
So hee that takes the payne to penne the booke
Reapes not the giftes, of goodlye golden Muse,
But those gayne that, who on the worke that looke
And from the soure, the sweete by skill doth chuse.
For hee that beates the bushe the byrde not gets,
But who sittes still, and holdeth fast the nets.
Source: Cardanus Comforte (1573)
(Nota de 2025: Una traducción alternativa del fragmento podría ser la siguiente:
El Conde de Oxford al lector:
Así que aquel que se toma el trabajo de escribir el libro
No cosecha los dones de la buena y dorada Musa,
Sino aquellos que miran la obra
Y del agrio saben escoger lo dulce con habilidad.
Porque quien sacude el arbusto no atrapa al pájaro,
Sino aquel que espera quieto y sostiene bien las redes.)
Pondré también la fuente original del texto en inglés para que puedan consultarla.
He hecho la mejor traducción posible, pero —como siempre digo— es difícil.
Sobre todo son importantes los primeros versos: "Así que aquel que se toma el trabajo de escribir el libro, no cosecha los frutos de la buena musa dorada".
Aquí De Vere ya nos está dando pistas: ¿alguien está tomando crédito por una obra ajena?
¿Por qué habla de esto?
Vaya…
Oxford fue mencionado nuevamente por Gabriel Harvey en un discurso ante la reina Isabel en julio de 1578, como "un prolífico poeta privado y uno cuyo semblante blande lanzas".
En inglés: "whose countenance shakes spears".
Y en el discurso original, en latín: "vultus tela vibrat", si mal no recuerdo.
Ese mismo año, John Lyly, su secretario, publicó Euphues, The Anatomy of Wit, seguido en 1579 por Euphues and His England, ambos dedicados a Oxford.
Estos libros iniciaron la moda del "eufemismo", un estilo literario caracterizado por un lenguaje altisonante y ornamentado, satirizado más tarde en Trabajos de amor perdidos.
Aunque fue criado como protestante, se rumorea que De Vere tenía simpatías por el catolicismo y en 1580 reconoció ante la reina que había tenido vínculos con un grupo de prominentes católicos.
Reveló que conspiraban para derrocarla y formar un gobierno amistoso con el rey Felipe II de España.
Aunque la reina lo perdonó —dato curioso—, el escándalo llevó al arresto de varios aristócratas implicados.
Estos acusados, a su vez, lo denunciaron por crímenes similares, incluyendo lascivia, embriaguez y homosexualidad.
De Vere fue brevemente encarcelado, pero no procesado por ningún delito.
Cosa curiosa: fue acusado de traición y, al parecer, existía cierta evidencia, pero salió libre, mientras que otros fueron encarcelados y probablemente torturados —conociendo el estilo de Isabel.
En marzo de 1581, Anne Vavasour, dama de compañía de la recámara de la reina, dio a luz a un hijo de Edward de Vere.
La reina, nada complacida con el asunto, mandó encarcelar a ambos de inmediato.
Como consecuencia, De Vere estuvo ausente de la corte durante los dos años siguientes.
Al niño —que fue llamado Edward Vere— no le fue permitido mucho contacto con su padre, pero eventualmente llegaría a distinguirse por sí mismo como soldado y académico, siendo incluso nombrado caballero por el rey Jacobo I.
Durante 1582, varias peleas callejeras tuvieron lugar entre los parientes de Anne Vavasour y los hombres de De Vere; en una de ellas él mismo estuvo involucrado y resultó gravemente herido en la pierna, lo que aparentemente le causaría una cojera permanente.
Este detalle podría haberse reflejado más tarde en Romeo y Julieta.
En diciembre de 1581, luego de cinco años de amarga separación, De Vere se reunió con su sufrida y devota esposa, y finalmente aceptó a Elizabeth Vere como su hija.
Tuvieron un hijo que murió un día después de nacer, y luego tres hijas más, de las cuales Susan y Bridget sobrevivieron.
Desde su adolescencia, De Vere era conocido como un hombre elegante, de vestir refinado y generoso, aunque derrochador.
Existe evidencia de que la reina, a través de sus agentes, lo despojó sistemáticamente de muchas de sus propiedades.
Aunque también su vida lujosa contribuyó a la pérdida de su considerable fortuna, lo que explicaría sus penurias posteriores.
Curiosamente, en 1586, la reina le otorgó un estipendio anual de mil libras de por vida, sin requerirle servicios o retribución alguna.
El motivo de esta asignación sigue siendo un misterio y fue un gesto altamente inusual por parte de Isabel.
Algunos han sugerido que la tradición que habla de que "Shakespeare recibía mil libras anuales" podría haberse originado precisamente en este estipendio otorgado a Oxford.
El sucesor de Isabel, el rey Jacobo I, continuó pagando esa pensión.
Cuando Sir Robert Cecil pidió al rey que aumentara la pensión del Lord Sheffield, Jacobo se negó, diciendo que "al gran Oxford no le dieron más".
¿Por qué "el gran Oxford"?
Su grandeza no parece haber provenido de glorias militares ni de cargos notorios en el Estado.
Tal vez una pista se encuentre en una carta que De Vere envió a Burghley en 1594, donde le pide su favor en un asunto que describe como "my business" —"mi asunto"—, agregando que solo responde ante la reina por ese asunto.
Hay quienes han especulado que el motivo de esa pensión y de tanto secreto podría ser que la reina le hubiera encargado a De Vere la composición de las obras históricas atribuidas a Shakespeare, las cuales tenían entre sus fines legitimar a los Tudor.
Es posible incluso que en algunas obras Oxford delegara parte de la escritura a sus secretarios.
Pero, claro, esto no pasa de ser una especulación informada.
También en 1586, Oxford formó parte del tribunal que condenó a la ejecución a María, reina de Escocia.
Un par de años después, en 1588 —época de la Armada Española—, De Vere habría armado su propia nave y la habría comandado en batalla.
Ese mismo año, Anne Cecil, su esposa, murió, dejándolo con tres hijas, quienes fueron enviadas a vivir a la mansión de su abuelo, William Cecil.
Según la correspondencia de la época, Lord Burghley se vio tan afectado por la muerte de su hija predilecta que fue incapaz de dirigir los asuntos del Consejo Privado durante un tiempo.
En 1591, De Vere volvió a casarse, esta vez con Elizabeth Trentham, una de las damas de honor de la reina.
Dos años después, ella dio a luz a su único hijo legítimo, Henry, quien pasaría a ser el decimoctavo conde de Oxford.
La familia se mudó al suburbio londinense de Hackney.
Aunque hay evidencia de que Oxford siguió involucrado en asuntos de la corte, a partir de su segundo matrimonio y su nueva vida en King's Place de Hackney, su vida entra en lo que podríamos llamar su etapa más oscura: el período del que menos sabemos.
En A Discourse of English Poetry, de 1586, el conde de Oxford fue alabado como "el más excelente de los poetas cortesanos".
Y el autor de The Art of English Poesy, de 1589, aseguró que sería conocido como "el mejor de los poetas cortesanos… if their doings could be found out" —"si sus obras pudieran ser descubiertas".
Es decir, da a entender que Oxford era un escritor secreto, un poeta privado: escribía pero no publicaba con su nombre.
Un elemento de juicio muy potente para la causa oxfordiana.
En 1595, su hija Elizabeth Vere se casó con William Stanley, sexto conde de Derby, otro conde escritor, curiosamente, que también tenía su propia compañía de actores, al igual que Oxford.
Muchos estudiosos creen que Sueño de una noche de verano fue escrito precisamente como regalo de bodas para esa ocasión, a la que asistió toda la corte real.
En 1598, en la colección de comentarios literarios Palladis Tamia, Francis Meres incluyó a Oxford en una lista de los mejores dramaturgos de comedia.
Ese documento es clave en la historia shakesperiana porque incluye la primera mención de Shakespeare como dramaturgo, atribuyéndole doce obras.
Hasta entonces, la reputación de Shakespeare se basaba únicamente en sus dos poemas narrativos publicados: Venus and Adonis y The Rape of Lucrece.
La asociación de toda la vida de Oxford con el teatro, los actores y los dramaturgos es incuestionable.
Sin embargo, ninguna obra de Edward de Vere ha sobrevivido con su nombre, ni hay registro de que su nombre estuviera ligado a obra alguna.
Curioso, ¿no?
Más tarde, en 1604 —el año de su muerte—, otra de sus hijas, Susan, se casó con Philip Herbert, conde de Montgomery, uno de los dos nobles a quienes está dedicado el Primer Folio de Shakespeare.
Vaya, qué interesante: el Primer Folio de Shakespeare está dedicado a dos nobles, uno de los cuales había sido cuñado de Oxford.
Es decir, el Primer Folio no tiene ninguna vinculación, como veremos, con la familia del hombre de Stratford, pero sí tiene profundas vinculaciones familiares con Edward de Vere.
Edward de Vere, decimoséptimo conde de Oxford, murió en 1604 en Hackney, de causas desconocidas.
Según los registros, fue sepultado el 6 de julio en la iglesia de San Agustín, en Hackney, iglesia que luego sería demolida en el siglo XVIII.
Sin embargo, una historia familiar, transmitida por su primo Percival Golding, asegura que:
"Edward de Vere, un hombre absolutamente consumado en cuerpo y alma por honorables dones, yace enterrado en Westminster."
Interesante… no hay registros que lo verifiquen, aunque su familia contaba con un mausoleo en Westminster.
Alexander Waugh, de quien ya hemos hablado, ha investigado en profundidad el tema y asegura que Oxford estaría sepultado bajo el monumento a Shakespeare en la esquina de los poetas en Westminster.
Su vida y logros permanecieron en la oscuridad… hasta que en 1920 John Thomas Looney, un profesor inglés, reveló su autoría de las obras shakesperianas en su libro Shakespeare Identified in Edward de Vere, the Seventeenth Earl of Oxford: el libro fundacional del oxfordianismo.
En 1622, Henry Peacham publicó The Complete Gentleman, una lista de poetas que hicieron del reinado de Isabel una era dorada de la poesía.
Inexplicablemente, omitió a Shakespeare pero colocó al conde de Oxford en primer lugar de su lista, como el poeta más notable de la era isabelina.
Esto es muy importante: que un autor en 1622, haciendo un recuento de la poesía isabelina, haya omitido a Shakespeare pero puesto a Oxford primero en la lista —cuando supuestamente no tenemos poemas de Oxford o solo algunos de juventud— resulta realmente sorprendente.
¿Cómo es posible?
Bueno… tal vez él sabía que eran la misma persona.
Esto contrasta con Meres, que —como mencionamos antes— incluyó a ambos en su lista de dramaturgos.
Tal vez Meres no sabía que Oxford y Shakespeare eran la misma persona… o tal vez sí lo sabía pero decidió encriptarlo cuidadosamente.
Alexander Waugh sugiere precisamente esto último: que Meres, numerólogo además de escritor, construyó su lista con una intención oculta.
En Palladis Tamia, Meres parangona a 16 poetas clásicos con 17 poetas ingleses.
Un número extraño: queda uno "volando".
Eso no sería propio de un autor que se especializaba en numerología y que no colocaba números al azar.
Si pensamos que Oxford y Shakespeare eran la misma persona, entonces la lista queda perfectamente equilibrada.
Todo esto es materia fascinante para futuros estudios… y será muy interesante repasar alguna vez una conferencia de Alexander Waugh sobre este punto, porque está llena de detalles reveladores.
Todo esto lo analizaremos con más detalle más adelante.
Durante la temporada de 1604-1605 —curiosamente justo después de la muerte de Oxford—, seis obras de Shakespeare fueron presentadas en la corte por orden del rey Jacobo I.
Esto tiene todo el aire de una conmemoración.
Tal vez por eso Jacobo I se refería a Edward de Vere como "el gran Oxford".
En 1609, los Sonetos de Shakespeare fueron publicados en una edición impresa.
La famosa dedicatoria describe al autor como our ever-living poet —"nuestro poeta inmortal"—, una frase que invariablemente se utilizaba solo para referirse a los muertos.
Nunca se le llamaría ever-living a un poeta vivo; podría emplearse otro epíteto maravilloso, pero no ese.
Y se supone que en 1609 Shakespeare aún estaba vivo: según la versión oficial, moriría en 1616.
Una inconsistencia tremenda que los stratfordianos prefieren ignorar.
No sabemos quién promovió la publicación del Primer Folio en 1623, pero no hay mención alguna de un albacea o pariente de Shakespeare de Stratford en relación con él. Ninguna.
No hay conexión alguna entre el Primer Folio y el hombre de Stratford.
En cambio, quienes financiaron esa publicación fueron dos hermanos nobles con los medios económicos para producir un libro tan caro —el Primer Folio fue un libro carísimo de imprimir—, y a quienes, además, está dedicado el libro.
Uno de ellos, Philip, conde de Montgomery, era el esposo de Susan, hija de Oxford.
El otro, William, conde de Pembroke, había sido pretendiente de otra hija de Oxford, Bridget.
Es decir, ambos tenían relación directa con Edward de Vere.
Pembroke llegó a ser Lord Chamberlain, la máxima autoridad en el mundo del teatro, y por lo tanto, en posición de decidir qué obras podían ser publicadas.
También sabemos que Ben Jonson, quien escribió gran parte del material introductorio del Primer Folio, era un asociado íntimo de la familia De Vere después de la muerte de Oxford.
El Primer Folio fue, por lo tanto, un asunto familiar.
Pero la familia involucrada no era la de Stratford-upon-Avon, sino la familia de Edward de Vere.
Todas las señales apuntan a que Edward de Vere fue el verdadero autor detrás de la máscara de Shakespeare.
Incluso el Primer Folio mismo sugiere esa dirección.
A ello dedicaremos un programa especial.
El Primer Folio es un mundo en sí mismo… pero por ahora, basta decir que para vislumbrar el misterio y la grandeza de Edward de Vere, el conde de Oxford —el gran genio de nuestros tiempos, olvidado deliberadamente—, debemos prestar atención a estos detalles.
Y quisiera despedir este programa con otro poema atribuido a Edward de Vere.
Este poema fue publicado de forma anónima y se ha hecho muy famoso en el idioma inglés.
Se le atribuye a Oxford con buena razón: contiene un lenguaje eminentemente shakespeariano, coherente con otros poemas suyos conocidos, y se distingue del resto de los poemas de la antología en la que apareció.
El primer verso, en particular, es una maravilla:
"My mind to me a kingdom is",
"Mi mente para mí es un reino".
Voy a leerles mi traducción —que desde ya disculpo por su precariedad—; es solo una traducción en prosa, porque no puedo reproducir en español el brillo poético del original, pero al menos nos permitirá captar el sentido de las palabras.
Escuchemos este poema… y pensemos en Shakespeare, pensemos en Hamlet, pensemos en la grandeza de este hombre:
Mi mente para mí un reino esTan perfecta alegría encuentro allí
Que supera toda otra dicha
Que el mundo por gracia pueda gestar.
Aunque mucho quisiera lo que algunos tienen
Aun así, mi mente se prohíbe todo afán.
Ni principesca pompa, ni gran fortuna,
Ni fuerza para conquistar la victoria,
Ni astuto ingenio para curar una llaga,
Ni forma alguna que sacie cada ojo que mira,
A ninguna de éstas cedo como esclavo.
¿Por qué? Mi mente las conquista todas.
Veo cómo a menudo los acaudalados sufren más,
Cómo los más ávidos trepadores no tardan en caer;
Veo cómo a aquellos que moran en la cima
El infortunio los amenaza más que a nadie;
Adquieren con esfuerzo, mantienen con miedo.
Tales cuitas mi mente no podría soportar.
Satisfecho vivo, esta es mi estancia;
No busco más de lo que sea suficiente;
Me afano en no tener influencia altiva;
Mirad, lo que me falta, mi mente lo provee.
He aquí que triunfo como un rey,
Satisfecho con lo que mi mente trae.
Algunos tienen demasiado y aun así se afanan;
Yo tengo poco y no busco más.
No son más que pobres por mucho que tengan
Y yo soy rico con poca fortuna.
Ellos pobres; yo rico. Ellos suplican; yo doy.
Ellos carecen; yo dejo ir. Ellos languidecen, yo vivo.
No río ante las pérdidas de otro;
No resiento de otro las ganancias.
Gestos mundanos mi mente no puede arrojar;
Mi hacienda todavía permanece entera.
No temo enemigo ni amigo adulador,
No detesto la vida ni temo mi fin.
Algunos miden su placer por su lujuria,
Su sabiduría por la ira de su voluntad;
Su tesoro es su única confianza,
Y velado obrar su reserva de habilidad.
Pero todo el placer que puedo encontrar,
Es el mantener una mente apacible.
Mi riqueza es salud y perfecto estar,
Mi consciencia limpia mi primer defensor;
No busco con regalos agradar
Ni por engaño cultivar ofensas.
Así yo vivo, así moriré.
Ojalá todos hicieran tan bien como yo.
Uno puede detectar aquí la íntima influencia tanto de Séneca como de Ovidio, lo que constituye un notable testimonio de la tremenda influencia de la época… y de la tremenda originalidad filosófica y elocuencia poética del autor.
Este poema ha sido publicado de manera anónima en varias antologías de poesía isabelina desde 1588 en adelante, y es, a todas luces, una obra de un joven Edward de Vere.
La estrofa de seis versos, característica de De Vere-Shakespeare, aparece aquí también. Además, metáforas y lenguaje similares aparecen en varias obras del canon shakespeariano.
Por lo tanto, este poema —"My mind to me a kingdom is", "Mi mente es para mí un reino"— creo que es el mejor epíteto que podría describir al genio de Shakespeare.
Ya llegará el momento en que podamos analizar en detalle las coincidencias, las referencias que existen entre los poemas tempranos de Edward de Vere y las obras de Shakespeare.
Por eso lo haremos punto por punto, detalle a detalle.
Pero por ahora, basta con haber hecho este resumen biográfico para comenzar a conocer la fabulosa y fascinante figura de Edward de Vere, el decimoséptimo conde de Oxford, quien habría sido, con toda probabilidad, el verdadero autor de las obras atribuidas a William Shakespeare.
A futuro analizaremos los Sonetos, las obras, los poemas narrativos… y ustedes podrán ver cómo, una tras otra, se acumulan las evidencias.
Una tras otra, irán cayendo como piezas de un rompecabezas que va apareciendo ante nosotros; como hebras del tapiz que se va tejiendo… y que nos muestra el verdadero rostro del autor más genial de nuestros tiempos.
Con esto me despido hasta el próximo Oxfordianos.
Espero que haya sido de su agrado este pequeño resumen de la vida del conde de Oxford.
Y recuerden: hay mucho más por investigar, mucho más por aprender.
Este es un camino largo, en el que todo está siendo descubierto.
Por lo tanto, desde ya quedan invitados e invitadas al próximo capítulo de Oxfordianos.
También los invito a enviarme sus comentarios al correo electrónico: oxfordianos@gmail.com
Y, por supuesto, a dejar sus comentarios en el canal de YouTube.
Por último, les recuerdo que este programa se encuentra también en forma de podcast en Spotify y en todas las plataformas de podcast que prefieran.
De esta forma me despido… hasta la próxima, amigos y amigas de Oxfordianos.
(Transcrito usando Buzz y editado con ChatGPT. Pueden escuchar el podcast y ver las diapositivas en: https://youtu.be/jxQg6p8H7ow)
© Alevi Peña.
Comentarios
Publicar un comentario